A OCTAVIO PAZ 1914 MÉXICO

Rómulo Macció. Sueño. Acrílico s/tela. 1969. 140×130. Colección Museos Ralli. www.museoralli.es

EL FUEGO DE CADA DÍA

El espejo que soy me deshabita

muestra el vacío profundo de mí mismo,

abisal absorbe todo cuanto soy

me disipo, ausente interpelo, grito

para que el eco me oriente en la niebla

pero el silencio graba mi nombre

en la roca inmanente de mi no ser,

mi mirada reflejo del espejo

se congela, en un círculo penetra

en mí, me despuebla su luz. Olvido.

El árbol del discurso del que brota

la semilla que planto en mi espíritu

sus palabras son frutos, canto, vida

con inmensa raíz de tallo indivisible

pero de flor doble que resplandece,

en la señal etérea del abismo

en un no estar a la deriva en el río

que no cesa, en sus ondas concéntricas

hallo palabras que eluden el cerco

de los signos, volar hasta la aurora.

El fuego de cada día incendia el árbol,

arde en círculos, se despliega ávido

en un mundo de vértigo, en él sueño

con deshacer la soledad en llamas

volar sobre el vacío como un pájaro

de música y en la cima del vértigo

en un instante diáfano habitar

la aurora hecha mediodía, en su luz

un blanco que azulea, abrir el espacio

de transparencia en el que deseo vivir.

El olvidado asombro de estar vivo

un camino abrupto hacia lo ignoto

de desamparo con eterno rostro

en el que el canto de nuestra esencia

como fruto en sazón guía con sonidos

nuestros días, en nuestro paraíso,

en la hondonada del cierto abismo

percibir nuestra intimidad, el fuego

único, en su unidad intransferible,

¡Oh, vida por vivir y ya vivida!

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