Homenaje a Octavio Paz

Monográfico Nº21

Claudia Solís-Ogarrio

© Claudia Solís-Ogarrio

III

En los amplios recursos de la pluma

en la mar extensa,

en las conversaciones discontinuas

y los espacios del polvo,

tu máscara

            no es máscara:

es el lazo fatigado

           de tejer

las añadiduras de la muerte

y los rostros del pasado.

IV

A la mitad de un sábado que nos une y separa

hacia los hemisferios de la música,

pronuncié tu nombre y dormí con él:

en el lugar donde los colores despiertan,

donde el huele de noche invade la atmósfera

y los espíritus cierran los ojos

con la boca abierta,

donde apenas te alcanzo

para calmar la fiebre que flagela.

Un felino de pelaje pardo

                                 amaneció conmigo.

X

En la crin del mediodía

con sentidos en desorden,

un dragón se perfila

y aprieta el paso al buscar tu imagen:

somos la arista que arde

en la constelación de Aries

(la del carnero alado, piel de oro y habla clara).

Al dormitar entre el humo y la pipa:

 el águila se dibuja y emprende el vuelo,

el dragón largamente ambula por el laberinto,

y el carnero fatigado de ser la luz y faz del planeta rojo

nos abandona

a nuestra propia lucidez.

XII

                                                                            Para Mónica Lavín

Desciframos el nombre de los árboles

donde el bosque encuentra su límite

                            yo   hada,   tú  princesa

nos arropamos bajo su naturaleza leñosa

a la sombra de la cariátide

cuyos cántaros surten agua

en los linderos de tardes anodinas y sus cosas simples.

Tras esta nostalgia

y en fila como ellos

con las hojas marchitas y crujientes

espero morir de pie

                            entre las estridencias de cigarras

                            y el aroma de cañaverales viejos

                            ojalá de día.

Se nos resbaló el tiempo entre los meñiques

con su rostro nuevo sin espinas

al recordar el parque y los verdes de junio

de nubes perezosas

de libélulas que rompen en llanto

y gitanas sin patria.

Bajamos del columpio

                       te fuiste a Coyoacán

yo   por Taxco y Cuernavaca,

donde a paso tímido discurro

que no puedo habitar en otro lado

sino en esta región de la ciudad donde más tiembla,

donde la luna despunta en la cubierta de una fragata ebria

y se vuelve lago

bajo mis pies oculto,

mientras pienso

donde quiera que esté

                   en regresar.  

Indochina

                                                                            A Dominique

En medio de esta sordera que produce el oleaje,

creemos ser olor a inmensidad

animales solitarios al encuentro de la noche,

en una carabela que naufraga

en las manos fieles de un amor callado.

Nuestras vidas son la espera

que juega al teatro de sombras,

la oportunidad segunda

cuando la palabra es un acto de gracias

en junio sereno,

y nosotros,

el paisaje abierto que siempre es diferente.

Acqua alta

El navegante descubre Venecia

la de cataratas submarinas

la que desnuda el cuerpo al caer el agua:

al buscar algún pasatiempo,

en los canales y sus huellas de aire.

Te imagino en las astillas del oro

entre el ámbar del fuego

 niveles sonoros de tu paso en el caos,

en esta tierra que invierte sus polos

para dibujarte en la luz oblicua del otoño,

y las palabras de un mar amotinado.

Desde una terraza sobre la avenida

en este lado del mundo,

al escribir en la página

sin explicaciones

pienso,

como si todo y nada

nos hubiera sucedido.

El estando

Vivimos los límites

para entender la vía del equilibrio:

las noches de follajes submarinos

y arqueologías no clasificadas.

Se apagó tu canto sufí

en sarcófagos llenos de estrellas,

donde trotó mi imagen por espejos,

se convirtió en tierra/sostiene mi paso.

Ya no te pude volver a ver

ni leemos poesía,

me fui a la nieve

y tú,

a un lugar sin edad.

La ciudad cae bajo el gris,

se invierten mis sentidos para huir del estío:

éxodo de palabras cuando la memoria se agrieta.

Se resquebrajó el tiempo,

se inundó la lectura,

buques fondeados en el puerto sin faro,

las lágrimas son negras

al final del túnel

al final de lo cierto

al final del disparo.

Las calles son la tundra deshabitada

no hablamos,

no sentimos

el frío se vuelve cambio

hace cubos la tormenta

escudos de plata

de soldados caídos,

     expío mi culpa/arranco al fuego su raíz.

Divertimento

Ave ámbar

adherida

al arcángel adjetivado,

águila astuta

     alcanzas allá,

al ábside

     adormecido.

Este erróneo encuentro

exhibe

     engañosa escara:

estímulo equivocado,

en eufórica época.

Imaginar

     infinito

infiel íncubo,

impulsándonos

—íntimo Ícaro—

intenso intercambio.

Omitido Orestes

ostentó

ofensiva osadía:

obtusa ocurrencia,

obscureció

ofrenda orgiástica.

Útil unicornio

unges

ufano,

utópicas urnas.

Punto de vista

                                                                            Para Andrea Cataño-Michelena

Nosotras las mujeres

Anidamos donde la humedad cabalga,

bajo nuestros ojos

los deltas de un río son cimas de lluvia

que se estrellan en la bóveda de la noche,

en el vientre-colina que gesta mareas.

No tenemos senos turgentes con garantía de por vida

Albergamos entre el abismo y la superficie

y con extraordinaria pericia,

nos volvemos cráter de un paisaje sublunar

que traemos a cuestas,

sobre una sensibilidad que no se entiende.

Con el meñique echamos a andar el movimiento

Somos principio y fin,

de las mañanas y su oriente

que toman por añadidura

al sexo en silencio.

Nuestros días despuntan entre precipicios y llanuras

Geografía especial diseñada —a veces—

con líneas intermitentes,

en búsqueda de un lugar en el mundo del hombre.

¿Dónde estamos?

¿en el apunte de un ensayo?

¿en una partitura deficiente?

 ¿hechiceras, brujas o hadas que conjuran?

  (para tejer y destejer la voluminosa madeja)

de la depresión y la tristeza,

tan femeninas y cercanas

tan atribuladas,

como la vida y la muerte

                     ambas mujeres,

quienes imprevistas y brumosas

nos asestan sus dardos al corazón.

Cotidiano

Arrojadas en bolsas,

en subterráneos y a la intemperie

la guerra con otro rostro sacude:

en botes de basura,

hay un par de senos

en la vagina,

el cañón del arma;

en estas geografías,

la violencia fluye en corrientes sin obstáculos

puntas de maguey que desuellan a la muñeca dormida,

al vientre joven y sus sueños

las palabras malas confunden,

los gritos electrizan   la sangre enloquece     

y en el filo del dolor

hallamos              una y todas,

nuestros nombres,         

                               bajo tierra.

Claudia Solís-Ogarrio es licenciada en comunicación, poeta, traductora y promotora mexicana, nacida en Suiza. Se cuentan entre sus publicaciones: Poemas al fresco (editorial Domés1987); Insomnios (edición trilingüe: español, francés e inglés, editorial El Tucán de Virginia 2001); El colibrí del delta (Colección Imaginaria 2010) y la antología Tiempo de Zafra/Temps de Récolte (2021), coedición bilingüe español-francés de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y Écrits de Forges de Quebec. 

Fue agregada cultural en la Embajada de Canadá en México, tras la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte; también se desempeñó como jefa de prensa y difusión del Museo Nacional de Antropología (MNA); editora de la revista Enlace del Banco de México y gerente de coordinación para la sección de Asia, Oceanía y América Latina, del Consejo Empresarial Mexicano para Asuntos Internacionales (CEMAI). Es miembro de la Escuela de Escritores de la Sociedad General de Escritores de México (SOGEM). Escribe en revistas nacionales e internacionales.

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