DESTINO Y SIMETRÍA: SÉNECA Y MARÍA ZAMBRANO

Cruces Aldea

 El presente artículo intenta fundamentar por qué tanto Séneca como María Zambrano  poseen un estilo o forma de racionalidad que se aparta de lo convencional o dogmático en  filosofía. Ello es la causa de que resulten ambos tan cercanos a quienes nada saben de esta  materia.

 En el caso de Séneca se vislumbra a través de párrafos que le dedica María Zambrano en su  libro “El pensamiento vivo de Séneca” (igualmente aplicables a sí misma) cómo Séneca socorría  con sus palabras a los hombres necesitados (anímicamente) en una Roma desolada.  En María Zambrano, lo persuasivo de su forma de hacer filosofía, queremos mostrarlo en este  caso no a través de su obra escrita, algo obvio por otra parte, sino directamente a través de su  palabra y para ello en la segunda parte de este escrito hemos recorrido la primera entrevista  que concedió en España después del exilio. 

 Sin embargo, escribir en torno a la figura de María Zambrano siempre sobrecoge. Quizá  porque, rememorando su propia escritura, “cuando ha llegado un tiempo en que el hombre,  más que nunca rebelde ante la razón, ha rechazado todas las mediaciones, quizá no quede más  recurso que éste de rememorar figuras, criaturas que de su tiempo, supieron hacer una  trascendencia (…) “.

 Pues sí querida María Zambrano, sobrecoge escribir sobre ti porque, sin saberlo, con estas mismas líneas con las que describías a Séneca, te estabas describiendo también a ti. Porque María Zambrano “vivió para los demás. De ahí la virtud que tiene que inspirar ese  especial apego que por ella siente el hombre que nada sabe de filosofía. Porque usó de una  razón persuasiva y no dogmática”, y eso, sobre todo eso, fue lo que contribuyó en hacer que su  memoria continúe tan palpitantemente viva dentro de cada uno de nosotros. Y si alguien se lo  ha vuelto a preguntar, sí, con estas mismas líneas entrecomilladas del inicio de este párrafo, ella  continuaría caracterizando a la persona de Séneca.

¿Pero en qué consistió esa razón persuasiva que definió a Zambrano y que tanto admiró a su  vez en Séneca? Éste, según Zambrano, se acercaba y ayudaba al hombre necesitado que nada  sabía de filosofía porque “mientras cínicos y cirenaicos andaban en su época y contexto  proclamando a voces y gritos la desoladora verdad del hombre, su desamparo y desnudez, los  estoicos la encubrían. Lejos de proclamar el desamparo, la aflicción de las gentes, buscaban su  consuelo (…). Consuelo y alivio, ¿de qué? (…): de la enfermedad, de la muerte de un ser querido,  de la pérdida de la fortuna, del destierro, de la ausencia…

“Es así la filosofía, la razón compadecida de la condición desvalida del hombre. Es en cierto  modo, la entrada de la misericordia y de la piedad en la razón antigua”, decía Zambrano , y  continuaba: ¿no es natural que Séneca, el provinciano de la Bética, haya alcanzado aquí su  dominio: en esta filosofía menester misericordioso? (…)”.

“Porque estos filósofos sobre todo estoicos y epicúreos, eran filósofos para ser en realidad  otra cosa, una especie de médicos, de curas párrocos o frailes caritativos”. Y así, con estas conmovedoras frases defendió María Zambrano, en su libro “El pensamiento  vivo de Séneca” , por qué y en qué consistió esa “razón persuasiva” que Séneca desprendía “en  un tiempo y en una época en la que el hombre que vivió bajo el poder romano se sintió más  huérfano y solitario que nunca, más angustiado que nunca”, en un mundo donde el poder por  el poder y “el absurdo y el delirio eran la realidad diaria”.

“La vida estaba otra vez más axfisiantemente que nunca, sujeta al temor y a la esperanza”.  Pero se trataba de un temor y de una esperanza que, además de la muerte, tenía ahora otra  referencia aún más agobiante: la sujeción al poder de otros hombres. La actitud de Séneca fue  la del perfecto estoico, fue la de todos pero a la vez y sin embargo, en ningún estoico como en  Séneca, vemos aparecer tan nítidamente, el fondo último del estoicismo: la resignación. Más, y  aquí lo decisivo, esta resignación no se nos ofrece dogmáticamente, sino por medio de una razón  persuasiva de nuevo, mediadora. Porque “sólo en virtud de la resignación la razón llega, pues  sólo la razón puede conducirnos a ella. Pues si la razón no nos asistiera, la resignación sería  imposible, ¿por qué? porque cedería el paso a la desesperación”.

Y así, con este brillante análisis nos explica y describe por qué caracterizó a la de Séneca como  “razón persuasiva” y no dogmática, como razón que se convirtió en persuasión y que  precisamente por ello atrajo entonces y atrae ahora al hombre necesitado y que nada sabe de  filosofía.

 Pero retornemos unos párrafos atrás y describamos a su vez, por qué fue también persuasiva  la Razón que a María Zambrano caracterizó en otra época muy posterior a la de Séneca, pero  con ciertas y no menos dramáticas similitudes: una guerra y un destierro.

” (…) no me he roto nada (…) se ve que estoy hecha a las caídas sin romperme y sin romper  nada”- respondía María Zambrano en la primera entrevista que concedía aquí en España por  primera vez después de 45 años de exilio. Fue a José Miguel Ullán en el programa de RTVE  “Tatuaje. Sueño y verdad de María Zambrano”, allá por 1985.

“Y allí nos sentábamos al borde del río claro, en una piedra, y sobre esa piedra llorábamos, y  apenas hablábamos”- continúa narrando al hablar de cuando Miguel Hernández iba a recogerla  años atrás a su casa de Madrid y paseaban hasta llegar al río Manzanares. “María, te vamos a citar palabras y tú respondes eso que te evocan”:

“La Aurora”:

“Desde que la descubrí, y fue muy tarde en mi vida, soy de ella” (…) Mi primer descubrimiento  fue el Alba. Para llegar a la Aurora me ha hecho falta sufrir mucho, pasarlo mal (…) eran los  minutos de más tremenda fatiga, pero era también como si recibiera, no sé, una Gracia, una  aprobación, no… no tengo palabras para decir lo que yo recibí cuando yo escribía hasta la aurora  del día siguiente, lo que me decía aquella aurora, lo mucho que me daba ” de vivir”.

María, otra palabra: el pájaro.

” El pájaro es la alegría, y es el vuelo, y es mi amigo…

” El amor”:

” Ay amor…” es lo más que puedo decir.

En fin, se hace tremendamente difícil no transcribir aquí la entrevista entera pero, para quien  aún no se haya sentido conmovido y persuadido por este “corazón” (mejor que “alma”), por esta  voz que persuade y que enternece sin quererlo con cada y en cada una de sus palabras, corazón  que desvela cada respuesta a través de su poesía como filosofía, finalizamos sin poder resistir  plasmar aquí su respuesta a esa palabra mágica en este párrafo dos veces citada:

El corazón:

“(…) Pero es que yo he escrito dos o tres metáforas del corazón: es la música, es el ritmo, es  la medida (…) Lo que sale verdaderamente del corazón sale “acompasado”, es “una suerte de  pensamiento ya, y de pensamiento muy vivo”; por lo demás, el situar la sede de la inteligencia  en el cerebro, en vez de en el corazón, eso es cosa “moderna” y no universal, nada menos que  Aristóteles lo situaba en el corazón, y era médico, además de ser filósofo. Trae consigo o la

impone, la capacidad de acordar o poner de acuerdo, el propio corazón con el corazón del  mundo (…); pero qué sueño hermoso llega cuando se ha puesto de acuerdo el ritmo del propio  corazón, con el corazón del mundo (que también lo tiene)”

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