OCTAVIO PAZ Y SU PODER REFLEXIVO

Adelio Sarro Sobrinho. Deitado em berço explêndido. Óleo s/tela. 1987. 100×130. Colección Museos Ralli. www.museoralli.es

Saber ahondar en las profundidades del alma es sublime. Octavio Paz, poeta, ensayista y crítico universal (Premio Cervantes 1981 y Premio Nobel de Literatura 1990), tenía un magnetismo arrollador que lo hacía destacar, pero es que no solo tenía, tiene y tendrá, porque es uno de esos grandes que sobrepasan la temporalidad. Su pluma está viva perennemente. Ese don le hace destacar por la sonoridad de sus palabras, de sus versos y de sus pensamientos más recónditos. Es de esos hombres comprometidos hasta la extenuación y, además, sabe transmitirlo. En su flamante libro El laberinto de la soledad, uno de sus ensayos más conocidos, trata de ahondar en la psicología del pueblo mexicano, su pueblo, condicionada por los hechos históricos, que a todos marcan. En dicha obra, a colación de la soledad, uno de los grandes males de todos los tiempos, y de la que tanto se habla en el siglo XXI, sentencia: “La soledad es la condición misma de nuestra vida”.

            Octavio Paz posee un profundo discernimiento de la psique del hombre y de la mujer. Su poesía es altamente filosófica. No obstante, ese poder reflexivo lo lleva a tocar todos los campos: política, antropología, historia, filosofía, crítica de arte…, como así lo refleja su gran amigo y colaborador, Lafaye, en su libro Octavio Paz en la deriva.

            Como buen observador, llega a mostrar los sentimientos más profundos del ser humano. En su libro Arenas movedizas, los entrelaza con temas como el absurdo y la imaginación. Nada es imperturbable, pero su fama sí lo es.

            De su poema SILENCIO, nos introduce en el poder de este como solo los grandes saben hacerlo, de una manera profunda, única, que no pasa desapercibida. El silencio, en sí, a veces, es necesario, en cambio, otras veces es aterrador. Y así, dice: “brota del fondo del silencio / otro silencio, aguda torre, espada, / y sube y crece y nos suspende / y mientras sube caen / recuerdos, esperanzas, / las pequeñas mentiras y las / grandes / y queremos gritar y en la garganta / se desvanece el grito: / desembocamos al silencio / en donde los silencios enmudecen”.

            Otro poema significativo de su extensa obra tiene un título muy sugerente para el común de los mortales: ENTRE IRSE Y QUEDARSE. En él se aprecia cómo el tiempo es intangible y fugaz, uno de sus grandes temas. Así lo refleja: “Entre irse y quedarse duda el día, /enamorado de su transparencia. / La tarde circular es ya bahía: / en su quieto vaivén se mece el mundo. / Todo es visible y todo es elusivo, / todo está cerca y todo es intocable…” para terminar con estos dos últimos versos: “Se disipa el instante. Sin moverme, / yo me quedo y me voy: soy una pausa”.

            Debido a su trabajo como diplomático, conoció otras culturas, que le proporcionaron un bagaje con mayúsculas, debido a ese poder observador y reflexivo que lo caracterizaba. De sus años en París, se verá altamente influenciado por Breton y por Camus.

            El silencio, la soledad, el amor, el deseo… son sentimientos, profundamente arraigados en Octavio Paz, que dan cabida a hermosos versos, hondamente expresivos. Sus ensayos, igualmente, rebelan su alta inteligencia y su capacidad de análisis.

            Paz es la voz de nuestro yo con nuestros interrogantes, con la duda, con el paso del tiempo, con el amor y el amado, que es deleite, pero no puede evitar que se le escape su rostro, su cuerpo, su mente…

            Octavio Paz, pisaste fuerte, a fondo, el acelerador de la vida, venciendo tus miedos, y pudiste sentir el placer, momentáneo, fugaz y sublime del amor en tu edad madura, allá en tu estancia en la India, donde te sumergiste en esa cultura que tanto te fascinó y donde tuviste la oportunidad de conocer al segundo gran amor de tu vida, Marie José Tramini.

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