©Armando Salgado
ALFOMBRA NEGRA
Pour le moment, il voulait faire comme tous ceux qui avaient l’air de croire, autour de lui, que la peste peut venir et repartir sans que le cœur des hommes en soit changé.
Por el momento, quería obrar como todos los que alrededor de él parecían creer que la peste puede llegar y marcharse sin que el corazón de los hombres cambie.
Albert Camus
LA PESTE
Leïla Slimani[1] cruza la peste negra
como cruzar un par de dedos
o el cuaderno con arena encima.
Atraviesa un desierto con los ojos descalzos
orientándose con una vara de nurite.
Traspasa la muralla de la sed,
y frente al pozo bebe con sus palmas extendidas
el reflejo del cielo
mientras la peste duerme.
Leïla Slimani lava el dolor con lejía
como limpiar una plaga
o los pulmones del desierto cuando enferma.
Limpia la extensa sábana de arena
y dobla las dunas como a la seda.
Cepilla el suelo cubierto de dudas.
Abre sus brazos con la cara hacia el sol
y recibe la lozanía del desierto
atraviesa por enésima vez la enfermedad.
Leïla Slimani atraviesa un campo minado
como saltar una estadística
o la oposición a las vacunas.
Rebasa la línea de su cuerpo
y palpa con manos descalzas
el posible páramo
donde hay igualdad para todos.
Franquea el muro de la ignorancia
y en el interior riega un poco de palabras
que altas en peso
cicatrizarán las heridas del Magreb.
DESIERTO DEL SAHARA
La duna atraviesa el ojo de un poema
y la única muralla —como un dios sublime—
extiende su dominio
sobre una alfombra de animales áridos.
¿Quién desea el otro lado del mar?
La caravana de migrantes
o el cuerpo que sueña campos de algodón
antes de pronunciar su desmayo.
EL MAPA DE ÁFRICA
La undécima tarea parecía sencilla:
robar las manzanas del jardín de las Hespérides.
Primero un grupo de migrantes,
al igual que Heracles,
pernoctaron en esas tierras
descubiertas por los fenicios
hace cientos de años,
a un costado de la ciudad de Lixus.
Pero el desierto alcanzó su sueño
y los erosionó con paciencia.
Otra caravana adoptó la faena
de los pies descalzos,
tampoco lograron cruzar
—al menos—
el cuerpo imaginario de las dunas.
El último grupo de personas
se internó en el desierto de Merzouga
con esperanza de llegar al otro lado del jardín.
Estaban a 711.4 km (9 h 35 min)
del sitio arqueológico de Lixus
donde pretendían descansar.
Ya no cruzó por sus mentes
robar las manzanas,
tampoco hurtar aliento
frente a la bestia del calor.
Lo que más deseaban era llegar a Tánger
y contemplar por primera vez
el palacio Dar el Makhen de los sultanes.
La undécima tarea parecía sencilla:
quitarse los grilletes, pedir asilo político,
respirar entrecortadamente pero al fin respirar,
y entregarle a Euristeo las manzanas del jardín
como prueba fehaciente de agradecimiento
por pisar tierras nuevas.
Pero todas las caravanas se extraviaron,
nadie pisó jardín alguno
y sus ojos solo divisaron
una porción lánguida del estrecho de Gibraltar.
CARAVANAS DEL DESIERTO
Cuando la doceaba profecía se cumplió
y dos torres vecinas colapsaron
los migrantes fueron deportados
al otro lado de la vida
—ataviados de sed y polvo—
sin un céntimo en los bolsillos.
El único trozo de mapa
que compartirán con los suyos
—con la finalidad de regresar—
es el fragmento de bolsa negra
que ahora cubre sus rostros.TÁNGER
Hay sitios de la ciudad de Tánger
que me recuerdan a la isla de Janitzio.
Veo a mis muertos caminar
entre escalones, el azul de las paredes,
los souvenires coloridos.
Rodean el ruido de varios idiomas amontonados
como alfombras repletas de calor.
Les agrada hurgar el agua de fuentes doradas
y dejar su vista por décadas
en cualquier mausoleo marroquí.
Al buscarles en la isla durante el 2 de noviembre,
encuentro cartas o postales de sus viajes
por el desierto de sus nuevas vidas.
Irónicamente son felices del otro lado del mundo.
RABAT
¿Qué color, en ti, danzó primero?
¿Fue la raya solar de un tigre con su verja
donde capturaste el fondo de la luz?
¿Qué pared tuvo tu infancia
para irla a visitar?
¿En qué mezquita guardas tus oraciones?
¿De qué madera está hecha el bastidor
en que expones tus pinturas
en el revés de la vida?
Armando Salgado. (Uruapan, en 1985). Escritor y docente egresado de la Normal Rural Vasco de Quiroga de Tiripetío, Michoacán; Maestro en Educación Básica por la Universidad Pedagógica Nacional. Es autor de 16 libros de poesía, narrativa y literatura infantil y juvenil entre los que destacan: Cuadro de resiliencia (Coneculta-Chiapas, 2021; Premio Nacional de Poesía 2020; Red border (IMAC, 2020; Premio Nacional de Poesía Tijuana 2020); Tierras altas de Mato Grosso (Coneculta-Chiapas, México, 2018/Los Perros Románticos, Chile, 2019; Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines 2017 y finalista en el Certamen Hispanoamericano de Poesía ‘Festival de la Lira’ para obra publicada en Ecuador); Relámpago Molido (Mantis Editores/Gobierno del Estado de Guerrero, 2016; Premio Nacional de Literatura Ignacio Manuel Altamirano en Poesía, 2016); y Cofre de pájaro muerto (Ediciones de Punto de Partida, UNAM, 2014; Premio de Poesía Joaquín Xirau Icaza para obra publicada, 2015 otorgado por El Colegio de México a través del Fondo Xirau Icaza). Compiló con Octavio Gallardo el cuerpo de documentos de descarga gratuita Estrategia del poema: 72 autorxs hispanoamericanxs (Bitácora de vuelos ediciones, 2020). Fue becario del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, Jóvenes Creadores, en 2018-2019. Es colaborador del suplemento cultural La gualdra, de La Jornada Zacatecas. Actualmente es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte, de México.
[1] Leïla Slimani es una escritora francomarroquí que recibió a los 35 años el premio Goncourt por su novela “Chanson douce”, en 2016, siendo la primera mujer marroquí en obtenerlo. En 120 años es la doceava mujer que recibe ese galardón.

















