

Tengo para mí que uno de los principales atractivos de la personalidad y la obra inclasificable de María Zambrano (Vélez-Málaga, 1904-Madrid, 1991) reside en el poder transformador del pensamiento, en concebir la filosofía no tanto como una teoría sino antes bien como una práctica, si es que la una y la otra son disociables.

Es dudoso que el mundo tenga un fin más allá de la vida y del que los seres humanos seamos capaces de dotarle en medio de tanto sin sentido.

Sabemos bien que la obra de cualquier autor, si no recibe una adecuada recepción por medio de ediciones, investigaciones, exposiciones, artículos, congresos, cursos…