

Las veredas parecen extrañas en la noche
cada vez que un bache me hace abrir los ojos
que de nuevo el cansancio unta con sueño.

La línea del error cruza mi pensamiento,
entre dos espejos opacos amanece,
mi pensamiento abismo abajo siente la noche.

Terminaste el tejido Penélope
en dónde está Odysseus
revisa el espacio del mar
manda tu hilado
incorpora tus colores

Sólo sé de lo ínfimo
y del murmullo de las pequeñas cosas,
esas que no llegan a la palabra
como la sombra o el viento
dibujándose bajo los álamos,
en tranquila reverberación.

Llegaron noticias del pasado.
La mirada ausente de mi padre
era transparente y limpia como el tintineo de los hielos.

Te imagino pútrida, santa-niña-muerta de ojos-vagos tocando tu canción favorita en la rockola, te imagino sensacional portando ese par de texanas, te imagino con la tráquea seca de tanto cantar a dentelladas; así también imagino el infierno.

Carmen vuelve a hablarme de hijos. Dice que deberíamos decidirnos, que este es el momento. Sonrío con esa mueca bobalicona de no querer saber.

Los latidos despiertan en el manto celeste,
movimientos del fuego en las arterias,
se guarda la pequeña chispa.

Con tu dedo índice
al mundo apuntas
y todo se convierte en preguntas.
Identificas a la luna, a los perros,
a los gatos, a los pájaros…

lo del día es un remanso.
Invierno pertinaz
donde se tiene un talismán, un dios
al cual rezar, un panteón
donde acudir.