La poesía de Vicente Aleixandre aspira, templada por un afinado lirismo, a hablar por todos los hombres. Al leer sus versos, sentimos como una subterránea impresión de inocencia, aquella que por pulir la superficie de lo que acaece remonta en palabras de sensible belleza. Es un atrevimiento hablar al hombre desde una perspectiva superior, pero es que la voz poética se sublima así misma y, tornada en reflejo sabio de lo que constituye la esencia de lo humano, emula a un dios que se reparte un doble trabajo: clarificar las turbaciones del propio poeta y señalar la savia primaria. En realidad, una misma cosa son, pues, el acto poético suscita un plegamiento de los dos planos, que reverdece en el poema.
El dardo apunta y dispara y da en el centro de la diana. Alrededor constelan de cerca anécdotas, obituarios y amaneceres, pero desde el interior del sentir del poeta emana con imperiosa pulsión un sentimiento mayor que todo lo abarca: el amor. Se pregunta Vicente Aleixandre: “Amar, amar, ¿quién no ama si ha nacido?, / ¿quién ignora que el corazón tiene bordes, / tiene forma, es tangible a las manos, / a los besos recónditos cuando nunca se llora?”. El amor está en todas partes y se puede tocar -es un beso, una mirada, una mano-: “Amor como beso. Amor en los dedos, que escucho, cerrado en tus manos”. Dar transparente el amor que sentimos es una tarea que acaba parcialmente en fracaso. Para dártelo necesito ser tú o, mejor dicho, ser en ti, fundirnos, pero en la diversidad de las formas posibles no podemos efectuar este viaje. No importa, hay símbolos. Ese beso, esa mirada, esa mano me bastan.
“Amar es conocer”, dice Vicente Aleixandre. El amor es, sin duda, una de las formas más naturales e íntimas de conocerse a sí mismo. Y esta es una de las aspiraciones reconocibles de nuestro poeta, quizá la mayor. Comparte con otro compañero de su generación, Pedro Salinas, la necesidad de aprehender el amor para utilizarlo como combustión de sus versos, la llama más viva, lejos de ser un lazo débil. Por ello, a lo largo de su obra, leemos tantas alusiones al mismo, y dos de sus más aclamados libros llevan por título Espadas como labios y La destrucción o el amor.
Esta ambivalencia entre la destrucción o el amor, este amor que se traduce en labios que son espadas, es un amor bipolar, salvador y doloroso. Noche y día o fuego y agua, el amor en Vicente Aleixandre no está entremedias, sospechando lo uno o lo otro -meros observadores-, sino que son, a la vez, esa noche y ese día, ese fuego y esa agua: proyecciones del alma.
¿Se manifiesta el amor sentimental o eróticamente? De las dos formas. A veces, como suele ocurrir en su poesía, se confunden. El amor es un dolor o una alegría, pero también el amor es un cuello o la saliva. Además, el objeto amado es heterogéneo: un hombre, una mujer o una presencia ambigua, justificativa del poema, figura abierta donde el poeta posa o vierte sus anhelos.
Veamos algunos ejemplos: “Dime, dime el secreto de tu dulzura esperada, / de esa piel que reserva su verdad como sístole; / duérmete entre mis brazos como una nuez vencida, como un mínimo ser que olvida sus cataclismos”. Y, ahora, en cambio: “Tendida estás, preciosa, y tu desnudez canta / suavemente oreada por las brisas de un valle. / Ah, musical muchacha que graciosamente ofrecida / te rehúsas, allá en la orilla remota. / Median las ondas raudas que de ti meseparan, / eterno deseo dulce, cuerpo, nudo de dicha, / que en la hierba reposas como un astro celeste”.
En el primer ejemplo se manifiesta la presencia ambigua a la que nos referíamos, que bien puede ser hombre o mujer, o también el símbolo del amor. En el segundo ejemplo, el poeta, ojo observador, se encuentra inmerso en un paisaje bucólico de matices oníricos en el que divisa a una muchacha, que más que una fémina real y física, se trataría del máximoespejo en que el poeta desearía verse, su amor ideal, que no alcanza, pues ese“eterno deseo dulce” es negado por esas “ondas raudas”.
El poeta invita al amor, se entrega totalmente a él e incluso hiende susmanos en la carne de lo amado. Pero, en el fondo, un sentimiento de soledadencharca todo lo anterior y sumerge al poeta en un estado de dolorosa dudapermanente: “¿Quién me quiere? ¿Quién dice que el amor es un hacha /doblada, / un cansancio que parte por la cintura el cuerpo, / un arco dolorosopor donde pasa la luz / ligeramente sin tocar nunca a nadie?”. ¿Puede que la duda provenga del dolor; ocurre al revés?: “Te amé… No sé. No sé qué es el amor. / Te padecí gloriosamente como a la sangre misma, / como el dolorosomartillo que hace vivir y mata”.
He aquí de nuevo la ambivalencia no superada, que reaparece constantemente con el deseo de despejarla, pero cada vez quebusca en sí mismo hurgando en la tierra de sus emociones amatorias, el poetaencuentra una y otra vez nuevas ambivalencias, que vuelven a rondar sinsolucionarse, como si, en definitiva, el amor fuese una sustancia inaprensible einexplicable, a la que, en un intento desesperado por purgarla de oscuridades, solo pueda acercarse a tientas, aproximativamente. A más búsqueda, más soledad: “Amor mío, amor mío. / Y la palabra suena en el vacío. Y se está solo”. La carne conoce al instante; pero, al rebajarse el fulgor de la piel, el poeta vuelve a encontrarse con su eterna desdicha: “Sobre la ebriedad del amor, cuando bajo mi pecho brillas / con el secreto brillo íntimo que solo la piel de mi pecho /conoce, / yo sufro de soledad, oh siempre allí postreramente desconocida”.
II
Uno de los poemas de amor más logrados de Vicente Aleixandre es “Unidad en ella”. En esencia, encontramos en él al amor en la amalgama de sus manifestaciones principales, de las que hemos visto algunas antes: el amor erótico, el amor como sentimiento, el amor como soledad y dolor:
Cuerpo feliz que fluye entre mis manos,
rostro amado donde contemplo el
mundo, donde graciosos pájaros se
copian fugitivos, volando a la región
donde nada se olvida.
Tu forma externa, diamante o rubí duro,
brillo de un sol que entre mis manos
deslumbra, cráter que me convoca con
su música íntima, con esa indescifrable
llamada de tus dientes.
Muero porque me arrojo, porque quiero morir,
porque quiero vivir en el fuego, porque este aire
de fuera no es mío, sino el caliente aliento que si
me acerco quema y dora mis labios desde un
fondo.
Deja, deja que mire, teñido del amor,
enrojecido el rostro por tu purpúrea
vida, deja que mire el hondo clamor de
tus entrañas donde muero y renuncio a
vivir para siempre.
Quiero amor o la muerte, quiero morir del todo,
quiero ser tú, tu sangre, esa lava rugiente
que regando encerrada bellos miembros extremos
siente así los hermosos límites de la vida.
Este beso en tus labios como una lenta espina,
como un mar que voló hecho un espejo,
como el brillo de un ala, es todavía unas manos,
un repasar de tu crujiente pelo, un crepitar de la
luz vengadora, luz o espada mortal que sobre
mi cuello amenaza, pero que nunca podrá
destruir la unidad de este mundo.
En los dos primeros versos, el poeta deja patente que el amor es cuerpo y alma, erotismo y sentimiento. “Cuerpo feliz” y “rostro amado” no opositan como imágenes en antítesis, sino que, en dichosa copulación, conforman el haz y el envés de la cara bifronte del amor. El amor rodea al ser, lo acerca hacia sí y lo apresa. El poeta enamorado no ve más allá de la persona amada, y solo puede contemplar el mundo desde su rostro que, debido al embelesamiento amatorio, está bañado de delicias e inocencias, de “graciosos pájaros”, inocentes como el mismo poeta en trance de enamoramiento.
Conceptualizar el amor en palabras es casi imposible. Cuando el poeta seacerca, el amor ha volado hacia otra región más alta y pura, pero en esteacercamiento se muestra la fuerza de la poesía, que es capaz de rozarlo comono puede hacerlo el lenguaje convencional, a través de impulso y acto, pero,antes, filtrándolo desde un talento creador con la suficiente sensibilidad comopara sentir el amor en sus más vertiginosas formas, en sus más “hermososlímites”, capaz de volver para comunicárnoslo.
En la segunda estrofa, el poeta describe la “forma externa” de la personaamada mediante metáforas. “Diamante o rubí duro”, “brillo de un sol”, “cráter”son tres imágenes que nos dan la medida de perfección de la persona amada, idealizada por los ojos enamorados del poeta, además de ser una luz que “entremis manos deslumbra”. Las manos, que ya han sido descubiertas en la primera estrofa, son, junto a los labios y el cuello, una de las partes de su cuerpo quedesnuda el poeta, símbolo erótico de honda insinuación y misterio, aunque de mayor finura y elegancia que otros, como por ejemplo ese “cráter”, hueco grande hacia el que el poeta se siente atraído.
A partir de la tercera estrofa cambia repentinamente el rumbo del poema, que transita de la descripción de la persona amada hacia la entrega definitiva delpoeta. Al entregarse, muere; morir es la única forma perfecta de entrega; en la entrega muere y ama: se inmola. Recuerda al “muero porque no muero” de Santa Teresa, pero mientras la poeta mística quiere morir para ver a Dios, nuestro poeta quiere morir como forma última de amor. Ese arrojarse a la muerte, al fuego del amor -a la pasión-, se debe no solo -y principalmente- a un acto de entrega, sino también a quetodo lo que no sea la persona amada es desconocido para el poeta (“este aire defuera / no es mío”): el mundo exterior a ella es sumamente borroso, irreconocible.
La ansiedad del amor trasluce en la cuarta estrofa. “Deja, deja que mire”, repite el poeta aludiendo directamente a la persona amada, “el hondo clamor detus entrañas”, esa maternal materia primera, las entrañas, la esencia másprofunda y verdadera del otro, lugar donde el poeta decide morir. Las últimas cinco palabras de la estrofa destapan aún más los deseos del poeta, el éxtasis de amor en que se encuentra: “renuncio a vivir para siempre”. No es lo mismo morir, que posee un significado más pasivo, que renunciar a vivir. Cercanos fines, pero distintos. El segundo, empleado por el poeta, es activo, elegido: es capaz de sacrificar conscientemente su vida por puro amor.
Aparece otra imagen erótica en la penúltima estrofa, “bellos miembros extremos”, que son “regados” por la sangre del otro que ya no es otro, pues el poeta se funde con y en él. “Quiero ser tú”, le dice, su sangre, imagen tan poderosa como las entrañas, vericuetos de la anatomía que pasan de pertenecer al cuerpo para convertirse en manifestaciones fervientes del amor, en las cuales se sienten “los hermosos límites de la vida”.
En la última estrofa, donde se atempera el ritmo del poema, ahora susurro más cercano, las imágenes están cargadas de simbolismo. Leemos seis: “una lenta espina”, “un mar que voló hecho un espejo”, “el brillo de un ala”, “tu crujiente pelo”, “una luz vengadora” y “espada mortal”. Lo que las hace particulares es que no están cargadas como nubes de lluvia, claras y reconocibles como en anteriores estrofas, sino por imágenes simbólicas de sinuoso desciframiento y misterio. Pero no hace falta descifrarlas. Este escorzo poético potencia la finalidad de las imágenes, que no desean cumplir con un sentido, sino que tienen función de impacto metálico, impacto que recibe el lector conforme las lee, envuelto en el trasfondo abstracto de sus revelaciones.
Cerquemos las expresiones: “lenta”, “espejo”, “brillo”, “crujiente”, “vengadora” y “mortal”. Y, por otra parte, sus correspondientes: “espina”, “mar”, “ala”, “pelo”, “luz” y “espada”. Sin descifrarlas, pues cada desciframiento es personal y varía según cada lector, ¿qué resonancias encontramos en estas palabras? No hay que olvidar que todas las imágenes despegan desde “este beso en tus labios”, donde termina de fundirse el poeta con la persona amada, momento y escena estelares que hacen presente el acto, como si todo lo anteriormente dicho hubiera tenido la función de conducir a este final excelso, culmen del amor.
El primer grupo de palabras nos transmite la sensación de un amor pausado, refulgente, pasional y doloroso. El segundogrupo de palabras nos transmite la impresión de un amor penetrante, físico, extenso y cerúleo. “Luz o espada mortal que sobre mi cuello amenaza / pero que nuncapodrá destruir la unidad de este mundo”. Luz expansiva o espada vertical, hacesabiertos o golpes de hierro, el amor crea con su propia ambivalencia el orbe en que resguardarse, propulsarse y alimentarse, y lo mantiene. No lo pueden derrotar ni las más terrestres semillas, ni las más altas estrellas, en un mundo donde solo brota lo dicho por la boca del amor, mano que cuida de que todo brinde su perfección, la que merece toda unidad en ella.
III
La cadencia lírica de Vicente Aleixandre es armoniosa. Cada verso suyo es un escalón preciso de los que componen la escalera de caracol de sus poemas, círculo que rueda de arriba abajo como sinfonía que, una vez alcanzado el cénit, va apagándose suavemente hasta quedar solo en chispa, ceniza bella. Este fluir melodioso para el oído realza el sentido de sus versos y, así, no solo nos danvoz de una experiencia humana, sino que nos acompañan y se filtran por esas rendijas del alma donde solo llega el canto de los más altos ruiseñores.
Desde Garcilaso de la Vega hasta Hölderlin, desde Mallarmé hasta Rubén Darío, Vicente Aleixandre se inserta y prosigue esa tradición universal de fineza y simbolismo por la que se han dado la mano poetas de toda época e índole, en un abanico repleto de cantos, de confesiones y búsquedas a través de la senda de la poesía que, en lo que atañe al amor, es la senda más reveladora.